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¿Podemos decir lo que nos gusta de cada uno de los miembros del grupo? ¿Tenemos conciencia de que el otro es reflejo de nosotros mismos?
Los encuentros que nosotros hemos elegido, de alguna forma, en los grupos y triadas están hechos de individuos muy diferentes los unos de los otros y es vuestra riqueza, la riqueza de cada uno
Me gustaría hablaros esta mañana del impacto, no sólo de vuestras oraciones, sino de vuestras actitudes en lo cotidiano. Todo lo que nosotros hacemos, desde el gesto más pequeño a la palabra más insignificante, se repercute en el espacio, es decir cada acto es verdaderamente amor compartido, bajo las formas más diversas. Durante los tres días que acabamos de pasar juntos, ha habido compartir, la escucha de una misma cosa con los mismos fines, sin embargo, todos vosotros estabais analizando en el fondo de vosotros mismos lo que estabais recibiendo como un mensaje personal y se os escapaban otras palabras porque, simplemente, ellas no correspondían a vuestro estado de ánimo en el momento en que me estabais escuchando.
Cada uno de nosotros trata, y es vuestro trabajo, no pensar más con la cabeza, es decir razonando; y como dijo Cristo: “No pienses mas con tu cabeza sino piensa con tu corazón”.
Esto quiere decir descender nuestros pensamientos más sutiles o a veces formas de cólera, de violencia interna, agitación contra algunos y algunas de nuestros grupos y nuestras triadas, que tenemos gran dificultad en soportar por unas actitudes y unos comportamientos que os desagradan y, lo sabéis bien, nosotros estamos hechos así. Pero si estamos molestos por el comportamiento de nuestros hermanos y hermanas en los mismos grupos, en las mismas triadas, esto sin embargo quiere decir algo. Vosotros lo sabéis: nunca nada ocurre por casualidad. Los encuentros que hacéis, que vosotros habéis elegido de alguna forma, en vuestros grupos y en vuestras triadas, están hechos de individuos muy diferentes unos de otros, y es vuestra riqueza. Es la riqueza de cada uno, y sabéis lo que decía cierto filósofo: “Llenad un saco de piedras, de las mas variadas, cogidas al azar y sacudidlas durante horas y horas, veréis cómo se vuelven redondas”. Yo pienso que este hombre tenía razón. ¿Acaso no somos nosotros las piedras de esta tierra? Piedras vivas, pero piedras con aristas, con aristas que hieren y nos vuelven a herir. No se nos puede sacudir dentro de un saco, pero es un símbolo: nuestro trabajo no puede hacerse en solitario, incluso con la mejor voluntad que sea. Nosotros debemos frotarnos unos con otros, las fricciones son necesarias porque ellas nos permiten vaciar los abscesos que tenemos desde nuestra primera infancia. Cuando yo hablo de abscesos, yo quiero decir vuestros miedos, vuestro estrés y vuestras angustias, que os han arrastrado a no querer ver más a ciertas personas en actitudes que no os convienen. Las actitudes de otros, que miráis a menudo con aprensión, no son más que el reflejo de vuestras propias actitudes. Y si miráis bien a las personas que os molestan verdaderamente, si tenéis la honestidad de miraros en vuestro interior en profundidad, os daréis cuenta muy rápido que si escuchamos con el corazón (por esto las entrevistas son tan importantes), las personas o la persona que nos era más antipática es tan parecida a nosotros que podríamos ser gemelos.
Es por esto que las fricciones son necesarias. Debemos conocer su contenido. Allí donde duele, es donde hay que trabajar. Para unos, será el orgullo, para otros será la mentira, y para otros, y he hablado de esto durante el seminario, será la hipocresía, la intolerancia, la impaciencia, el desprecio, el no compartir, la falta de generosidad… Todo esto es real y no es porque estamos en IVI que escapamos a esas costumbres heredadas desde hace siglos y siglos en nuestras generaciones, pero también en nuestra educación, nuestras propias raíces. No importa el país de donde venimos, nosotros somos portadores de varias generaciones que nos han precedido y han fomentado lo que llamáis el carácter. Y el carácter no suele ser un plus para ninguno de nosotros, más bien ha destruido una parte de la joya más bella que hay en el hombre: su alma.
Tener personalidad es una cosa, tener carácter depende totalmente del ego. Esto quiere decir que uno puede cambiar el carácter, pero guardar su personalidad. Y nuestros caracteres, ¿qué son? No son más que el resultado de nuestras acciones, de nuestras formas de pensamiento y, sobre todo, de nuestros actos que creemos haber ocultado. Tenemos la impresión de actuar y que nadie nos ve. ¡Error! En primer lugar os ve Dios en permanencia porque está en vosotros. ¿Qué podríamos ocultarle a El? Nada. Así que sepáis que el mas pequeño de vuestros gestos, la mas pequeña de vuestras acciones de amor, de paciencia, de escucha, todo esto es verdaderamente un triunfo extraordinario.