¿Qué cambiarías en ti mismo con el fin de aceptar al otro?
Si la gente supiera cómo amarse, no existirían todas estas tragedias que hoy conocemos. Sin embargo, no sabemos cómo amar. No sabemos cómo soportarnos el uno al otro. No sabemos cómo tolerarnos. No toleramos nada en la otra persona. Deseamos que la otra persona sea perfecta, pero ¿nosotros lo somos?
¿Quién empujó a la otra persona a ser infiel? La infidelidad nunca sale de la nada. Viene porque también hemos sido engañados. A menudo, nos han tratado con desprecio. Así que buscamos el tipo de amor que no teníamos. Creemos que el otro nos va a traer algo que necesitamos, y nos damos cuenta muy rápidamente de que el otro no nos trae nada tampoco y seguimos buscando en otra parte.
Debemos entender lo que significa ser fiel. Si la gente supiera cómo amar, no existirían todas estas tragedias que hoy conocemos. Sin embargo, no sabemos cómo amar. No sabemos cómo soportarnos. No sabemos cómo tolerar al otro. No toleramos nada en el otro. Deseamos que el otro sea perfecto, pero ¿nosotros lo somos? ¿Somos perfectos? ¿Nos perdonamos a nosotros mismos? Lo decimos todo el tiempo: lo amo, te amo, te amaré, pero actuamos en sentido contrario todo el tiempo. Tú no lo amas porque no aceptas sus debilidades, no aceptas sus defectos. Tú quieres que él sea perfecto, sin embargo, tú mismo, tú, no haces nada para el futuro.
Tenemos que aprender a amar, a amar a uno mediante la aceptación de unos a otros. Y él va a cambiar si se le acepta y se le ama con todas sus debilidades, todos sus defectos y todas sus imperfecciones. Es porque tú lo has querido que él se convertirá en lo que quieres que sea. Un hombre no puede cambiar a menos que tenga un ejemplo delante de él. No importa cuántos libros has leído, no aprendemos a amar en un libro. Tú demuestras tu amor y ese amor se convierte en un faro, se convierte en luz, y desde ese momento, irradia sobre todos los demás. Y es cuando se verá que aquel que tú deseas que sea perfecto, lo será, por haber sido su tutor, su pilar, porque tú eras su faro, y fuiste capaz de aceptar, día tras día, su transformación con una sonrisa.
La agresividad de un hombre, sus celos, no son más que una expresión de su sufrimiento. Expresan lo que él deseaba poder vivir. Es el sufrimiento del hombre que le amuralla en sí mismo. Esto es lo que debemos entender. Vamos a tratar de apoyarnos unos a otros más y tratar de entender que cualquier agresión es una expresión del dolor del otro. Si vamos más allá de este sufrimiento, se llega a su alma y así es como vamos a ser capaces de ayudar.
Debemos orar unos por otros. A veces las palabras son inútiles. Es la ternura, los actos y los gestos que vuelven al otro maleable. Y esto le liberará de su prisión poco a poco, se romperá esa frontera que existe entre él y tú, ese muro construido día a día por nuestra intolerancia, nuestros juicios y nuestro orgullo mutuo. Y piedra a piedra se irá derrumbando todo lo que fue construido por nuestra insensatez, porque nos gusta tener al otro para nosotros mismos, para acorralarlo. Queremos poseer a la otra persona. Creemos que amamos al otro por querer poseerlo. Y el amor no puede prosperar en la posesión. El amor sólo puede vivirse en libertad, dejando el otro libre de actuar.